Prepare su Plan de Lucha Contra la Crisis, decida si quiere seguir navegando o apartarse ?temporal o definitivamente? y, en el primer caso, adopte las medidas de resistencia y protección que le he venido contando.
He encontrado una referencia de mucho interés en un "paper" que me ha remitido www.academia.edu (1)
En él he encontrado la siguiente referencia a Hasparté:
[?] Otros ejemplos de conexión con Séneca son más evidentes, como la idea de la necesidad de reconocer los propios errores y no creer que todos los vicios provienen de causas externas, que recuerda Hurtado de Mendoza a Luis de Ávila recurriendo a la anécdota del ?lósofo sobre Arpaste, criada que se vuelve ciega y cree que el problema es la oscuridad:
¿Qué otra cosa haces sino mejorarte de día en día, abandonar alguno de tus errores, darte cuenta de que están en ti los defectos que piensas que están en las cosas? De hecho, atribuimos al lugar y al tiempo o algunos de nuestros defectos, mas estos a cualquier sitio que nos traslademos nos han de acompañar. Sabes que Harpaste, la sirvienta boba que tenía mi mujer [...] ha perdido repentinamente la vista. Te cuento un hecho increíble, pero auténtico: ignora que está ciega; constantemente pide a su guía que la traslade de sitio; alega que la mansión está a obscuras.74 [?]
74 Séneca, Epístolas morales a Lucilio, I, pp. 292-293. Ep. V, 50.
Y enseguida se me ha planteado esta cuestión: ¿No estará nuestro sector inmobiliario sufriendo un cierto síndrome de Hasparté?
Esto es: ¿no estaremos pensando en que la casa está a oscuras ? la Crisis es externa y no nos afectará a nosotros o si lo hace, lo que hacemos actualmente es suficiente? cuando realmente lo que pasa es que estamos ciegos frente a la misma? Y que, como no vemos, la oscuridad no está en nosotros sino en el exterior,
No, no, aunque la oscuridad ?la Crisis? está ahí fuera, nos afecta y tenemos que resolverla para poder seguir navegando con seguridad.
No podemos excusarnos en su externalidad, lo que hay que hacer es encender la luz.
Y para ello le convendría repasar los artículos que venimos dedicando últimamente a nuestro tratamiento de la Crisis, bien sea por la vía de la retirada, bien por la de la resistencia.
Pero lea un poco más de esa carta.
La carta 50 puede encontrarse en muchos sitios. Véase por ejemplo, en la Wiki: https://es.wikisource.org/wiki/Cartas_a_Lucilio_-_Carta_50 [? ]
Y este fragmento de la misma, (las negritas son nuestras) le vendrá bien:
No conocemos nuestros defectos. He recibido tu carta muchos meses después de que tú la enviaras; por eso creí inútil de preguntar qué hacías a aquél que la trajo. Muy buena memoria tiene, si se acuerda, por bien que confío que ya vives así que, donde quiera que estés, sé lo que haces. Porque ¿qué otra cosa haces que estar cada día mejor, deshacerte de algunos errores, e ir entendiendo que son tuyo los defectos que atribuyes a las cosas? Pues a veces imputamos a los lugares y al tiempo aquellos defectos que, donde quiera que nos traslademos, nos siguen. Ya sabes que en mi casa ha quedado como una carga hereditaria, Harpaste, la fatua que tenía mi mujer. Siento una gran aversión por estas equivocaciones; si alguna vez me quiero divertir con un fatuo, no me hace falta buscarlo muy lejos: me río de mí mismo. Esta vanidosa perdió de repente la vista, y te contaré una cosa increíble, pero verdadera; ignora que es ciega, y a menudo pide a su guía que le cambie de habitación, porque dice que la casa es oscura. Esto que nos hace reír en ella, constate bien claro que nos pasa a todos nosotros; nadie no se reconoce avaro, nadie que es concupiscente. Y aún, los ciegos piden un guía, y nosotros andamos equivocados sin guía, diciendo: «Yo no soy ambicioso, pero en Roma nadie puede vivir de otra manera; yo no soy malversador, pero la ciudad exige grandes gastos. No es culpa mía si soy iracundo, si aún no me he señalado una norma de vida: esto lo hace la juventud» ¿Por qué nos engañamos? No nos es extraño nuestro mal, está dentro de nosotros, reside en las mismas entrañas; por eso nos protegemos difícilmente, ignorantes de nuestra enfermedad. Puestos a que ahora comenzásemos a protegernos. ¿Cuándo nos liberaremos de la virulencia de tantas enfermedades? Pero ahora ni tan siquiera llamamos al médico, el cual tendría la tarea más fácil, si trabajase en un vicio reciente; mostrándonos él lo correcto, las almas tiernas y principiantes lo seguiríamos. Nadie ha encontrado la dificultad de volver a la naturaleza, si antes no se ha apartado, pues nos damos vergüenza de aprender a tener sentido común.